domingo, 9 de noviembre de 2014

El catecismo de Ripalda... Un texto que no debe pasar al olvido

Si tuviesen que jerarquizarse en orden de importancia los libros de texto utilizados en la historia de la educación en México, el catecismo del padre Ripalda tendría que ocupar el primer lugar. Este texto fue utilizado no sólo para la enseñanza de la doctrina cristiana, sino también del español, el civismo y la lectura. Se hicieron traducciones cuando menos en náhuatl, otomí, tarasco, zapoteca y maya. En sus páginas lo mismo aprendían normas generales de comportamiento social los niños de una escuela poblana del siglo XVIII, que se apropiaba de una concepción particular del mundo los estudiantes de un colegio michoacano a mediados del siglo XX.

Su autor, Jerónimo Martínez de Ripalda, nació en Teruel, en el reino de Aragón en 1536. En 1551 ingresó a la Compañía de Jesús. Tuvo a su cargo las cátedras de filosofía y teología y fue rector de la Universidad de Salamanca. Se distinguió como orador sagrado. En 1618 publicó el Catecismo y exposición breve de la doctrina cristiana, que recomiendo repasar esta semana. También se imprimió su libro Suave coloquio del pecado con Dios. Murió en Toledo en ese mismo año, a los 82 años de edad, sin que haya podido imaginar la gran difusión que tendría su catecismo más allá de los mares y a través de los tiempos.

El concepto catecismo, proviene del latín catechismus, que significa instruir, que a su vez proviene del griego kateechismo, que puede traducirse como compendio sobre alguna rama del conocimiento y de katecheo, que de manera más especifica significa instruir a través de un sistema de preguntas y respuestas. En su acepción castellana se aplica a un texto que en forma de preguntas y respuestas contiene la exposición sucinta sobre algún tema. Su presentación en forma de diálogo entre el maestro y el alumno facilitaba la enseñanza y el aprendizaje. Su origen deriva del método utilizado por los primeros cristianos para adoctrinar a los aspirantes a la nueva religión, a quienes llamaban catecúmenos, que a través del sistema de catecismo difundían los principios de la nueva religión en pequeños grupos. Luego se fueron copiando los rudimentos de la doctrina en pequeños legajos, para transmitirse a distancia y en el tiempo. Estos escritos fueron desarrollándose conforme fue progresando el cristianismo, y una vez consolidado como religión dominante en Europa se fue diluyendo su uso.

El Concilio de Trento sirvió de base al jesuita Ripalda para elaborar su catecismo, dirigido especialmente a la infancia, con el propósito de ser utilizado a través de un adoctrinamiento sistemático más factible en las instituciones escolares.

Los años han pasado y muchos conceptos han cambiado, sin embargo, este catecismo sigue siendo una base sólida para un conocimiento general de la religión católica. La beata María Inés Teresa recomendaba tener siempre uno a la mano... tal vez sea tiempo de volver a repasar esas preguntas que muchos de nosotros estudiamos en el catecismo.


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