domingo, 2 de noviembre de 2014

«BALÁKIREV»... Uno de los músicos rusos más olvidados

Mili Alekséievich Balákirev (ruso: Милий Алексеевич Балакирев; Nizhni Nóvgorod, 2 de enero de 1837— San Petersburgo, 29 de mayo de 1910) fue un músico ruso que nació en una de las cinco ciudades más importantes de esa basta nación. Siendo pequeño aún, su madre lo inició en la música, recibiendo de ella sus primeras lecciones de piano. 

En 1853 a los dieciséis años entró en la Universidad de Kazan para estudiar matemáticas y después ingeniería. En 1856 en un viaje a San Petersburgo conoció a Mikhail Glinka el cual influyó poderosamente en su vida, convenciéndolo de dedicarse exclusivamente a la música. Glinka despertó en él en la pasión por el nacionalismo, llevándolo a la determinación de que Rusia había de tener su propia escuela musical. Junto a él se agruparon jóvenes músicos como Nicolai Rimsky-Korsakov, Modest Mussorgsky, Alexander Borodin y César Cui, que también participaban de las mismas ideas. Los cinco compositores fueron descritos por el influyente crítico musical Vladimir Stàssov como "El Grupo Poderoso", pero posteriormente se les conocería con la famosa denominación de "El Grupo de los Cinco". 

Balakirev era un excelente pianista, su obra corta más conocida y que he elegido para esta semana, junto con el Poema Sinfónico «TAMARA»,  es «ISLAMEY», una fantasía para piano que ha sido reconocida como una de las piezas más difíciles de interpretar. Prácticamente Balakirev nunca tuvo un curso sistemático de armonía y contrapunto, ni siquiera superficialmente; él pensaba que este tipo de estudios era completamente innecesario, recomendaba el trabajo empírico y en sus enseñanzas se mostraba intransigente, no tolerando la mínima desviación.

Hasta 1871 Balákirev —aunque discutido por esta razón— tuvo autoridad y prestigio. Sin embargo, los problemas financieros crónicos de La Escuela de Música Libre, la muerte de su padre que dejó a su cargo a dos hermanas, el agotamiento de tener que subsistir con solo los ingresos de sus conciertos y clases de música y la aparente disgregación del "Grupo de los Cinco", le causaron un colapso nervioso y una grave depresión. Los amigos que lo visitaban no encontraron rastro de su antiguo carácter fuerte y enérgico y escondieron todas sus obras escritas, ante el temor de que las destruyera. Tenía treinta y cinco años y en el futuro su existencia ya no sería la misma.

De no creer en Dios, pasó a consultar con adivinos para, finalmente, convertirse en un ferviente cristiano ortodoxo. Decidió retirarse del mundo de la música aceptando un trabajo en la Compañía del Ferrocarril, en la línea de Varsovia. Más adelante tuvo diversas ocupaciones, entre ellas la de inspector escolar. Durante la siguiente década y animado por sus buenos amigos, retomó lentamente su dedicación a la música. Nikolai Rubinstein le ofreció una cátedra en el Conservatorio de Moscú, pero él no la aceptó, argumentado que no tenía el conocimiento suficiente de teoría musical para ocupar el puesto. En 1883 fue nombrado director de la Capilla Imperial y Director de la Sociedad Musical Imperial, cargos que ocuparía hasta su jubilación en 1895. Los últimos quince años de su vida, mientras vivía austeramente, se ocupó en revisar sus obras. Falleció el 29 de mayo de 1910 a los setenta y tres años y fue enterrado en el Cementerio Tikhvin, situado en el recinto del monasterio Alexander Nevski de San Petersburgo, donde también descansan Tchaikovsky, Borodin, Cui, Mussorgsky, Rimsky y Glinka.

Aunque inspirado en la música genuinamente rusa, es innegable la influencia de Liszt y Chopín en sus composiciones. El exceso de trabajo y su afán perfeccionista, unido a sus problemas de salud, impidieron posiblemente, que Balakirev llegara a destacar como notable compositor. Su producción abunda en obras poco extensas como «ISLAMEY». Ideas musicales que normalmente se asocian con Rimsky-Korsakov o Borodin, tuvieron su origen en las improvisaciones al piano que Balakirev solía hacer en sus reuniones, pero su lentitud en desarrollarlas le robó el crédito de su inventiva. Consejero de Tchaikovsky al principio de sus estudios, le asesoró en la creación de su obertura Romeo y Julieta y años después en Manfred. Hoy en día es muy poco recordado como compositor, y debe reconocerse en justicia que sin él la música rusa no habría evolucionado de la misma forma. Por eso yo quiero recordarlo junto con mis 10 seguidores.

«ISLAMEY» es una fantasía para piano, que fue compuesta durante todo un mes, lo que supone un fuerte contraste con la costumbre del compositor, de utilizar a veces incluso años para terminar una pieza. La obra se divide en tres partes distintas: una introducción en la que se presenta el tema principal; una sección central que nos presenta un tema completamente distinto y nuevo que es lento, melodioso y exótico en comparación con las otras dos fuertes secciones; y una tercera parte que es una vuelta al primer y principal tema con un final impresionante por su brío y por su intensidad. 

Las numerosas versiones de «ISLAMEY» tienen frecuentes y numerosas ossias (pasajes musicales alternativos que puede tocarse en lugar del pasaje original, generalmente más fáciles) debido a su tremenda dificultad técnica, que la hizo una pieza favorita para virtuosos como Nikolái Rubinstein (que estrenó la pieza), Martha Argerich y Franz Liszt, que la defendían. A pesar de algunas calificaciones que tratan a «ISLAMEY» como simplemente una obra extraordinaria, excepcional, sólo de exhibicionismo técnico y no muy "musical", lo cierto es que ha tenido un duradero impacto en la música para piano solo y cuenta con una gran reputación en el repertorio para piano. Ravel le comentó una vez a un amigo suyo que su objetivo al componer su Gaspard de la nuit era crear una pieza que fuera más difícil que esta pieza de Balákirev. Aleksandr Borodín incluyó fragmentos de la obra en su ópera El Príncipe Igor, mientras que Nikolái Rimski‑Kórsakov hizo lo mismo con su Scheherezade.

El estilo poético y el lenguaje romántico del poema «TAMARA» son tan importantes para la comprensión de la obra musical como su argumento, que describe una hermosa pero malvada princesa, cuyas canciones misteriosas e irresistibles atraen a los viajeros hasta su castillo encantado en las riberas del río Terek, en el Cáucaso, lugar que el compositor visitó quedando gratamente impresionado por los imponentes paisajes de agreste belleza. De allí le nació la idea de escribir la música para este poema de Lermontov.

Balakirev comenzó Tamara en 1867, pero avanzaba el trabajo de forma esporádica. Transcurrieron tres años más hasta el día en que la tocó ante el entusiasmo de un grupo de fieles seguidores, pero aún tardaría otros tantos en orquestar la obra, hasta que la insistencia de Stàssov le dio el impulso para terminarla. Después de un período de quince años, fue estrenada en marzo de 1883 bajo la dirección de su autor.

Tamara se considera la obra maestra de Balakirev. La sutileza que emplea el compositor dentro de una excelente estructura y la fuerza del cromatismo orquestal la convierten también en uno de los pináculos del poema sinfónico y piedra de toque del orientalismo. Como líder de «Los Cinco», Balákirev alentó el uso de temas y armonías orientales para fijar su «música rusa» lejos del Sinfonismo Alemán de Antón Rubinstein y otros compositores orientados a lo occidental.

«ISLAMEY» (Piano):


«ISLAMEY» (Orquestada):


«TAMARA»:

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