domingo, 16 de noviembre de 2014

«TRÁGICA»... La sexta sinfonía de Mahler

Entre 1903 y 1904, Gustav Mahler —mi compositor favorito y de quien he puesto varias obras— compuso la Sinfonía n.º 6 en la menor y conocida como «Trágica». Es la obra que esta semana invito a mis 10 seguidores a escuchar.

De entre todas las sinfonías de Mahler, la sexta es la única que termina de forma inequívocamente trágica. Mahler es, por supuesto, un compositor con claras connotaciones trágicas, pero el hecho es que la mayor parte de sus sinfonías terminan de forma triunfante (1, 2, 3, 5, 7 y 8), mientras que otras terminan con un clima de alegría (4), tranquila resignación (9) o calma radiante (10). La conclusión trágica, incluso nihilista de la Sexta Sinfonía, está considerada como particularmente inesperada, ya que la obra fue compuesta en una etapa especialmente feliz de la vida de Mahler: se había casado con Alma Schindler en 1902, y durante el transcurso de la composición nació Anna, su segunda hija.

Tal vez debido a su complejidad o a su carácter especialmente severo, rupturista y pesimista, la sexta no figura entre las sinfonías más populares de Mahler para el público en general. Sin embargo, es reconocida por muchos como una de sus mejores obras y en concreto a mí me encanta escucharla una y otra vez. Está considerada como una sinfonía que requiere un gran estudio por parte de los directores y de las orquestas. Alban Berg y Anton Webern la elogiaron tras la primera audición, para Berg era "la única sexta, a pesar de la Pastoral", mientras que Webern se encargó de dirigirla en más de una ocasión.
La estructura de la Sexta Sinfonía es:

1. Allegro energico, ma non troppo. Heftig, aber markig
2. Andante moderato
3. Scherzo. Wuchtig
4. Finale. Allegro moderato. Allegro energico

La obra comienza, con un Allegro energico, ma non troppo con las cuerdas golpeadas por los arcos y un timbal marcial, que suena hasta la entrada electrizante de las cuerdas más agudas. Aparece luego otra cita bruckneriana (esta vez, una alusión al Finale de la Séptima del de San Florián) y, tras un golpe de timbal, comienza el famoso «tema de Alma». 

El segundo movimiento, Andante moderato, es de una placidez y hermosura que han hecho que eminentes mahlerianos como Henry Louis de la Grange lo consideren entre las páginas más bellas jamás escritas por Mahler. Hay que decir que no se ha resaltado demasiado la similitud entre uno de sus temas y la Pavana para una infanta difunta de Ravel. 

El Scherzo es de una mordacidad insospechada. No hay aquí sensación de alegría, sino de malicia, o al menos picardía. El movimiento está plagado de cambios de ritmo y combinaciones entre sus diferentes secciones. Es, por si hiciera falta decirlo, una demostración del poderío de Mahler como orquestador.

El Finale (Allegro moderato) es, por si no bastaba lo anterior, un verdadero monumento sonoro. Un movimiento descomunal que suele deparar una interpretación de media hora, en la que Mahler pone todo de sí para transmitir una angustia con pocos parangones en la historia de la música. El último tramo es desesperante, debido a que Mahler introduce un atisbo de plenitud y tranquilidad en la nueva exposición de los temas, pero de pronto se derrumba una vez más todo con desesperación, para descender a la tristeza con un tramo final que consiste en una coda casi fúnebre, tocada por los vientos de metal en pianissimo, estalla en un fortissimo a toda orquesta cuyos últimos estertores son un pizzicato que suena como el último suspiro del protagonista, imaginario o no, de la obra.

Los dejo escuchando la Sexta Sinfonía de Mahler:


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