Jacques Offenbach, compositor judeo-alemán (Colonia, 20 de junio de 1819 – París, 5 de octubre de 1880), fue el principal representante del nacimiento y consagración de la opereta en sus múltiples variantes. De niño se destacó en la interpretación del violín y el violoncello, por lo que su padre decidió llevarlo a estudiar al Conservatorio de París. Intentó adaptarse al rígido plan de estudios y dirigía sus tiros a la música instrumental, antes de practicar la inmersión en la música escénica que fue la que lo llevó a la fama mundial.
Offenbach escribió en aquel entonces piezas virtuosas, de exhibición, partituras didácticas para el instrumento que dominaba. El mejor ejemplo son sus dos colecciones de piezas pedagógicas para dos chelos tituladas Escuela de violonchelo y Curso metódico de dúos. Poco a poco, sin embargo, la vida le fue llevando por otros derroteros, los del teatro, para el que descubrió estaba especialmente dotado: poseía sentido de la exposición dramática, talento melódico, habilidad para la combinación voz y orquesta y desparpajo suficiente para triunfar en la escena, singularmente en el terreno de la ópera cómica y opereta, por lo cual abandonó el camino de la música instrumental por un empleo de director de la "Opera Comique" de París. Logró la fama en el Segundo Imperio de Napoleón III y su nombre quedó para siempre vinculado al bullicioso teatro cómico. Su obra más seria y ambiciosa fue Los cuentos de Hoffmann, que no llegó a concluir a causa de su muerte en 1880. Sus restos reposan en el Cementerio de Montmartre.
La mayoría de sus composiciones sinfónicas, algunas con chelo incorporado –Grande scéne espagnole, Hommage à Rossini, Concertino...–, han desaparecido. En los años setenta y ochenta el director y musicólogo Antonio de Almeida encontró varias y realizó una labor de catalogación del corpus del músico. Entre ellas, se hallaba el Concierto Militar —que hoy invito a escuchar a mis 14 seguidores— probablemente escrito en 1847 o 48, seguramente en Colonia, su ciudad natal, a donde había viajado desde París en compañía de su mujer, la española Herminia de Alcaín, y de su hija Berta. Era la Alemania de la revolución, de las barricadas. El artista se sintió tocado de fervor patriótico y redactó una obra que desborda “un tremendo énfasis guerrero”. Offenbach había echado mano de una canción popular titulada "La Patria alemana", pero no olvidó su violonchelo y lo tocaba allá donde se podía, como en el sexagésimo aniversario de la Catedral de Colonia.
Es posible que ese entusiasmo por la patria se contagiara a los pentagramas de este Concierto que desprende, en su primer movimiento, es cierto, un aire marchoso. No ha llegado a nuestros días ningún manuscrito autógrafo completo, aunque en el Archivo Offenbach de Colonia es posible consultar distintas fuentes. La partitura publicada en nuestros días se debe al chelista francés Jean-Max Clément, que llevó a cabo la orquestación de los dos últimos movimientos trasladando la parte de piano.
Parece ser que fue el propio compositor quien dio a la obra el título de Militar, que en todo caso no sigue programa alguno y se divide en los tres típicos movimientos, sin que se advierta ninguna especial originalidad en ninguno de ellos. La extensa introducción tiene un aire marcial. El solista entra con impetuosos acordes cantando el mismo motivo, que va elaborando con presteza apoyado en una elástica orquesta y con abundantes pasajes virtuosos
El “Andante” aparece revestido de una orquestación más suntuosa y revela la imaginación del autor, que volvió, cosa curiosa, sobre la música inicial. Son muy bellas las líneas de este lento en el que el chelo canta melodiosamente sobre diseños y caracoleos de las maderas.
Disfruten de esta obra un tanto desconocida de Offenbach:
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