Abbado, un hombre tímido, luchador, un ciudadano comprometido y amante de las plantas, estuvo al frente durante años de la Filarmónica de Berlín y de los prestigiosos Teatros de La Scala de Milán o la Staatsoper, la Ópera Estatal de Viena.
Nació el 26 de junio de 1933 en Milán, en el seno de una familia de músicos e intelectuales, estudió composición y piano con Carlo María Giulini en el Conservatorio milanés Giuseppe Verdi y se formó en la dirección de orquesta con Carlo Zecchi y Hans Swaroski, en las Academias Chigiana de Siena y de Viena, respectivamente. Este hombre, apreciado por muchos gracias a su humildad y sencillez, además de su talento, a los 75 años logró vencer al cáncer por años y luchando con la enfermedad y sin perder su ánimo, recorrió el mundo entero. El Réquiem de Verdi que dirigió con la Filarmónica de Berlín en 2001, con visibles dificultades físicas sobre el podio, sonó a despedida. Pero venció al destino y le arrancó 13 años más a la vida. Luego, en su regreso definitivo, dedicado por completo a su pasión por los jóvenes, sonó la Segunda de Mahler: La resurrección. La suya.
El año 1958 marcó su debut, en un concierto en Trieste. En 1965 tuvo su primer gran éxito en el Festival de Salzburgo, al dirigir la Segunda Sinfonía de Mahler. Su amplio y variado catálogo discográfico se abrió en 1967 con un registro Decca de la Séptima Sinfonía de Beethoven, junto a la Orquesta Filarmónica de Viena.
Abbado fue director de La Scala de Milán (1968-1986), de la Orquesta Sinfónica de Londres (1979-1988), de la Ópera de Viena (1986-1991) y de la Filarmónica de Berlín (1989-2002), en la que relevó a Herbert von Karajan. Asiduo director invitado de la Orquesta Filarmónica de Viena desde 1971 y de la Orquesta Sinfónica de Chicago, desde 1982, el director italiano fundó la Joven Orquesta de la Comunidad Europea (1978), la Filarmónica de La Scala (1982) y la Joven Orquesta Internacional Gustav Mahler (1987).
Entre todas las causas fue un gran impulsor del festival de música contemporánea “Wien Modern” (1987), también fue director musical en Viena (1987-1991), director artístico del Festival de Pascua de Salzburgo (1994), asesor artístico de la Orquesta de Cámara de Europa e impulsor en Suiza de la Lucerne Festival Orchestra (2003).
En todos los casos, sus principales aportaciones fueron una renovación generacional de músicos, programaciones temáticas multidisciplinales y un nuevo repertorio musical, que incluyó obras de compositores contemporáneos como Luigi Nono o Karlheinz Stockhausen. Nombrado senador vitalicio de Italia el 30 de agosto de 2013, destinó su sueldo a la Escuela de Música de la pequeña localidad de Fiesole (centro), en un gesto más de los muchos que tuvo a lo largo de su vida para promocionar la música clásica, pues decidió renunciar al sueldo del cargo y donarlo a la Escuela de música de Fiesole, en la Toscana. Este ha sido parte de su gran legado: la cercanía a la juventud. Desde la renovación de los miembros de la Filarmónica de Berlín, su labor pedagógica, la tutela de estrellas comoGustavo Dudamel o la creación de magníficas orquestas como la Gustav Mahler Jugendorchester o la de Lucerna.
Claudio Abbado fue reconocido con galardones como la Medalla Mozart (1971), Premio Ehrenring de Viena (1973), la Medalla de Oro Nicolai de Viena (1986), y con títulos como el de Caballero de la Gran Croce italiana (1988) y de la Cruz de la Legión de Honor francesa (1989). Además estaba en posesión de la Medalla Mahler (1992), de la Gran Cruz del Mérito de la República Federal Alemana (1992), del Praemium Imperiale a las Artes de Japón (2003), la Medalla de Oro de la Royal Philharmonic Society londinense (2003), el Premio Yehudi Menuhin a la integración de las Artes y la Educación de La Escuela Superior de Música Reina Sofía, de la Medalla de Oro del Círculo de Bellas Artes de Madrid (2010) o el Premio Don Juan de Borbón de la Música (2011).
Ahora, uniéndome a muchos más que valoramos el talento que Dios le dió y la tarea tan valiosa que realizó, quiero rendir un pequeño homenaje. Su muerte cierra, definitivamente, una época en la historia de la música. Con Abbado se va uno de los directores de orquesta más extraordinarios e influyentes de todos los tiempos. Una leyenda de la batuta. La fe en la música fue alimento para su cuerpo maltrecho. Siempre decía que era su mejor medicina.
Como otras veces, el programa de su último concierto el 26 de agosto en Lucerna también fue el subtexto de su propia biografía. La «Incompleta de Schubert» y la «Novena de Bruckner», ambas sinfonías inacabadas al alcanzar la muerte a sus compositores. A él también, como a estos grandes, le sorprendió el final con decenas de proyectos. Estaba ilusionado con retomar la «Tercera de Schumann», que canceló el pasado verano y recuperaría en 2014. Y de completar la «Integral de Brahms» con la orquesta de Lucerna. Siempre sin la partitura. Tanto para la música, como para darle esquinazo a su propio destino.
Descanse en paz Claudio Abbado, un artista completo, un músico excepcional, una personalidad admirable.
Les invito a disfrutar un poco de que lo que Abbado dirigió:
"Adagietto", de la Sinfonía No 5 de Gustav Mahler (Para quienes quieren ver un video corto):
Sinfonía No 1 D major "Titan", de Mahler:
Los conciertos de Brandenburgo, de Bach:
El Concierto para Piano No.2 de Brahms:
El Concierto para Piano No. 4 en Sol mayor, de Beethoven:
En este enlace, de este mismo blog, lo pueden ver dirigiendo la Sinfonía 3 de Gustav Mahler:
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