lunes, 25 de diciembre de 2017

Cápsula Bíblica 2500

Frecuentemente damos al Señor lo que nos sobra. Muchas de las monedas que le corresponden al Señor son usadas en infinidad de cosas que nos atraen y nos gustan y no las convertimos en monedas por las almas, como decía la beata Madre María Inés Teresa. Y cuando tenemos las manos vacías, decimos como el niño: «Lo siento, Señor, es tu moneda la que se ha perdido.» La Sagrada Escritura nos dice: «Cada uno de según lo que decidió personalmente, y no de mala gana o a la fuerza, pues Dios ama al que da con corazón alegre. Y  poderoso es Dios para bendecirles de mil maneras, de modo que nunca les falte nada y puedan al mismo tiempo cooperar en toda obra buena» (2 Cor 9,8).

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