Tal vez a esta altura de tantas cápsulas bíblicas surja una pregunta: ¿Cómo se puede comprender la Palabra de Dios ahora, en estos tiempos? Indudablemente, encontramos una respuesta, leemos la Biblia como testimonio históricos de la historia de la salvación y centrado todo en la vida y obra de Jesús, y leemos en la Iglesia y con la Iglesia, y en la Tradición de la Iglesia. En esto coincidimos con la gran Tradición, con la lectura que han hecho por ejemplo San Agustín o Santo Tomás de Aquino. Sin embargo, aunque confesamos la misma fe que estos Padres o doctores de la Iglesia, nosotros no estamos en el mismo espacio que ellos. Por ejemplo, al leer el Evangelio un lector actual debe responder además a la sospecha introducida con el racionalismo de la Ilustración que tendía a afirmar que los evangelistas no cuentan lo que hizo o dijo Jesús sino la imagen —mitificada, naturalmente— que trasmitió de Él la primera comunidad cristiana. En otras palabras, ellos decían que los evangelios no nos hablan del Jesús de la historia sino del Cristo de la fe. Al leer la Biblia hemos de hacerlo, entonces, también con el deseo de prepararnos y saber enfrentar con sencillez a los diversos ataques que puedan venir, como en nuestros tiempos el consumismo, la cultura de la muerte, la new age, etc...
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miércoles, 20 de julio de 2011
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