sábado, 22 de septiembre de 2012

Cápsula Bíblica 586

Un sacerdote contó que gozaba mucho cuando se le estropeaba el calzado y tenía que ir a un diminuto taller de reparación de calzado en donde pasaba un buen rato con el sabio reparador que sabía de todo y nunca había estudiado. Dice que un día le preguntó qué libros había leído, y que con una voz reposada, grave y dulce, como hablaba siempre, respondió con sencillez cautivadora que no tenía libros porque el dinero que ganaba era solamente suficiente para comer, que su único libro era «su Biblia», que leía diariamente todos los ratos que podía. ¡Vale la pena ser un asiduo lector de la Palabra de Dios!

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