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sábado, 22 de junio de 2013
Cápsula Bíblica 858
Al leer la Biblia nos damos cuenta de que en el Antiguo Testamento había varios tipos de sacrificios que se ofrecían a Dios. En el holocausto, por ejemplo, se quemaba todo el animal, menos el cuero (Lev 7, 8) en señal de expiación y de donación total a Dios. Este sacrificio se hacía todos los días en el Templo, por la mañana (sacrificio matutino) y por la tarde (sacrificio vespertino). Para agradecer a Dios y celebrar la comunión con él y con los hermanos, había, además, el sacrificio de comunión (llamado también pacífico, o de acción de gracias), en este una parte de la víctima era ofrecida a Dios y quemada, mientras que la otra parte quedaba para el sacerdote; el resto era del oferente, que la comía con sus familiares e invitados. Los sacrificios de expiación, de varias clases, miraban a hacer las paces con Dios. En cualquier sacrificio sólo se ofrecían animales perfectos y de los que era permitido comer. Finalmente, había diversas clases de ofrendas, principalmente de los frutos de la tierra; en estas se puede incluir la oferta de los 12 panes de la proposición, que representaban la presencia de las 12 tribus en la Alianza con Dios (“proposición” = “colocación delante” de Dios). Había también ofrendas de aromas: incienso, perfumes, etc.
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