domingo, 9 de junio de 2013

La Tercera Sinfonía de Lutoslawski... una verdadera obra maestra de los últimos tiempos

Esta semana quiero hablar de Witold Lutosławski, de quien se conmemora el centenario de su nacimiento (1913-1994) y presentar una de sus obras; la que más me gusta. Lotoslawski es un compositor un tanto desconocido para muchos, a pesar de ser, definitivamente, uno de los compositores más importantes del siglo XX que, al margen de la adscripción que tuvieron sus obras en la vanguardia musical de la década de los 60, hoy en día está considerado un clásico de la gran música europea que refleja en la evolución de sus cuatro etapas compositivas algunas de las vicisitudes más importantes que la música ha desarrollado a lo largo del llamado siglo corto: se dice que el siglo XX, al margen de su medición temporal en 100 años, nació con la 1ª guerra mundial y finalizó con la caída del muro de Berlín, cronología que coincide con la trayectoria vital de este compositor polaco.

Junto a Krzysztof Penderecki, Henryk Gorecki, Tadeusz Baird, Wojciech Kilar y Andrzej Panufnik,  Witold Lutosławski constituye la cabeza visible de la espectacular cosecha de compositores que ha aportado Polonia a la música contemporánea. En especial quiero referirme ahora a una de sus obras que para mí es la más significativa de su repertorio, su Tercera Sinfonía, pero antes, hablo un poco de él.

Witold combinó en su juventud estudios de matemáticas, violín, piano y composición, siendo su modelo en este campo el patriarca de los compositores polacos de la primera mitad del siglo XX: Karol Szymanowski. Sus vivencias a lo largo del tortuoso siglo pasado marcan, como en Shostakovich, su trayectoria vital: la Segunda Guerra Mundial, la constitución de Polonia como una República Popular Socialista al dictado y bajo opresión de la Unión Soviética , la dictadura militar del general Jaruzelski, la apertura del país gracias al sindicato Solidaridad/Solidarność de Lech Walesa, la relación con los cardenales de Varsovia Stefan Wizinski, Józef Glemp y Karol Wojtyla, el futuro Papa polaco Juan Pablo II. Fue el músico más eminente de su país en las tres últimas décadas del siglo.

En vida recibió muchos premios. En el año 1993, recibió el «Polar Music Prize», que concede la Real Academia de Suecia de Música y el Premio Kyoto que otorga la Fundación Inamori, de Kyoto. En ese año Lutosławski continuó con su agenda recargada, viajando a Inglaterra, Alemania y Japón, y esbozando un concierto para violín, pero hacia navidad era claro que el cáncer que padecía se había arraigado, y después de una operación el compositor se debilitó rápidamente y murió el 7 de febrero. Le había sido, algunas semanas antes, concedido el honor más alto de Polonia, la Orden del Águila Blanca (fue la segunda persona única en recibirla desde el derrumbamiento del comunismo en Polonia - el primero fue el papa Juan Pablo II). Fue incinerado; su devota esposa Danuta murió poco tiempo después.

Hoy quiero compartir con ustedes esta su La Tercera Sinfonía, obra que le permitió ganar en 1985 el primer Premio Grawemeyer de la Universidad de Louisville, Kentucky. El significado es este premio no sólo está en su prestigio —otros eminentes nominados fueron Elliott Carter y Michael Tippett— sino en el monto de su concesión económica (entonces US$ 150,000). La intención de dicho premio es descartar las preocupaciones financieras del ganador a fin de que pueda concentrarse durante un tiempo en la composición seria. En un gesto de altruismo, Lutosławski anunció que usaría el fondo para crear una beca para permitir a los jóvenes compositores polacos para estudiar en el extranjero. Lutosławski también ordenó que sus ganancias por su obra Cadena 3 encargada por la Orquesta Sinfónica de San Francisco fueran a este fondo de becas.

La Tercera Sinfonía fue un encargo de la Sinfónica de Chicago y se escribió durante un dilatado periodo de tiempo, siendo estrenada por la formación norteamericana bajo la dirección de Sir Georg Solti el 29 de septiembre de 1983. Escrita con mano maestra y un lenguaje tan hermético como comunicativo —tal paradoja es posible en la música del autor—, resulta destacable la utilización de técnicas aleatorias que ponen a prueba la intuición y el virtuosismo de los intérpretes. Ni que decir tiene que las demandas hacia la orquesta son extraordinarias y que, por ende, la calidad de la misma determina en gran medida el resultado interpretativo.

Decía el compositor polaco que esta sinfonía, que empezó en 1972, abandonó por un tiempo y luego completó en 1983, estaba dominada por la forma en que el oyente se enfrentaba a la escucha de un obra musical de grandes proporciones; esto es, que dura más de, digamos, 20 minutos. Piensen ustedes que el compositor debe mantener la atención del oyente durante ese tiempo y además, mantener cohesionada la obra para que no parezca una sucesión de momentos aislados. Sde puso a estudiar cómo se enfrentaban a este problema los grandes maestros y, según él, aquellos que más le enseñaron sobre el tema fueron Beethoven y Haydn.

En esta tercera sinfonía Lutoslawski pone a funcionar su particular idea sobre la estructura de la gran forma. Ésta idea consiste en dos movimientos (que pueden o no estar unidos), el primero de los cuales no tiene entidad por sí mismo, sino que es la preparación del segundo. Lutoslawski lo explica bastante bien: “Su función es sólo dirigir la atención del oyente, despertar su interés, sin satisfacerlo completamente. Es necesario que el oyente, al seguir la interpretación del primer movimiento, se dé cuenta de que hay algo más importante a la espera. Pude incluso estar impaciente. Y es en este preciso instante cuando aparece el segundo movimiento, que contiene la idea principal de la obra.”

Así, Lutoslawski va creando con el primer movimiento la atmósfera necesaria, prepara cuidadosamente la escena con una música que no llega a exponer lo importante. Es como si en lo esencial de una novela no se presentara al lector hasta su mitad, siendo lo que leímos antes una mera preparación (claro que hay preparaciones y preparaciones). Lutoslawski comienza la sinfonía con un claro homenaje a Beethoven. Tan, tan claro que se remite a su Quinta Sinfonía. Y no a cualquier cosa, sino a sus famosas cuatro primeras notas, uno de las músicas más universalmente reconocibles de la historia. ¡Disfruten por favor!

Una versión completa:


En tres partes:




Esta es la portada del disco que yo he escuchado y que contiene lo esencial de su obra:

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