domingo, 23 de junio de 2013

«RUSALKA»... La ópera más famosa de Dvořák

Rusalka (Praga, 1901) es la ópera más conocida y querida —junto con La novia vendida de Smetana— del teatro lírico checo. Es una de las obras más famosas de Antonín Leopold Dvořák, que nació en Checoslovaquia el 8 de septiembre de 1841 y murió en Praga el 1 de mayo de 1904 y de quien ya he hablado antes. Se trata de una fábula sentimental y simbólica, centrada en una ondina que adopta la forma humana por amor, pagando cruelmente las consecuencias de ello, antiguo motivo de las leyendas nórdicas muy estimado por el Romanticismo. Representa la piedra angular del repertorio de los teatros de ópera checos. El argumento se basa en una fábula popular de Moravia. Rusalka, la ondina de los lagos, le pide a una bruja que la transforme en mujer para entregarse al amor de un joven príncipe. El poder de la bruja es relativo y la ninfa se convierte en una princesa muda. Se trata de una obra de fantasía, en la cual el elemento dramático apenas existe, centrando la acción en su contenido poético y simbólico.

Musicalmente esta ópera es muy bella y recoge algunas de las melodías más tradicionales checas en sus baladas, canciones y danzas, y el libreto había sido escrito por el poeta Jaroslav Kvapil (1868–1950) sin que le fuera pedido por ningún compositor. La obra está basada en los cuentos de hadas de Karel Jaromír Erben y Božena Němcová.

Una rusalka es una duendecilla de la mitología eslava, que normalmente habita en un lago o en un río. Rusalka es una antiquísima figura de los cuentos de hadas. Aparece en la literatura europea ya en el año de 1387, en los poemas del trovador francés Jean d'Arras, (en poemas posteriores la encontramos como sirena, ondina o melusina). Rusalka pertenece a un reino intermedio en la existencia de la cual se creía firmemente, como muchos otros, el genial investigador de la naturaleza, médico y artista de la medicina, Teofrastro von Hohenheim, conocido como Paracelso (1493-1541). Rusalka es, como las ninfas y las ondinas, un espíritu elemental, ligado con el cuerpo y la sangres al reino de los hombres, pero también a causa de su falta de alma, al mundo de los espíritus. Su anhelo es convertirse en ser humano y poder amar como una mujer terrenal, hasta el precio del sufrimiento y de la muerte.

La ópera que recomiendo escuchar esta semana contiene elementos que aparecen también en el cuento de La Sirenita, de Hans Christian Andersen y en Undine, de Friedrich de la Motte Fouqué. Kvapil creó un verdadero libro de cuentos, que si bien recibió muchas influencias (especialmente una que no se encuentra en otros textos sobre ondinas: la de Andersen), es homogéneo, bello y lleno de vivacidad. Empezó a buscar un compositor interesado en él. Sus amigos compositores estaban implicados en otros proyectos, pero mencionaron que Dvorák estaba buscando un libreto interesante. El compositor, que siempre se interesó en las historias de Erben, leyó el libreto. El deseo más grande de Dvořák era lograr un éxito rotundo con una ópera, tal vez llegar a escribir auténticas óperas populares, como Verdi en su momento. Sumamente interesado en el proyecto, el músico creó la partitura en un tiempo relativamente corto: empezó el 22 de abril de 1900 y la completó para finales de noviembre. Sería su mejor obra dramática y merece un lugar entre las mejores óperas de todos los países. El ambiente mágico del primer y último acto está maravillosamente conseguido, tiene algo de Wagner aquí y allá, pero es antes que nada checa, con la más profunda y fina sensibilidad para un verdadero arte popular. La ópera cuenta con melodías de una belleza pura y conmovedora. Se sabe que, para componer esta ópera, Dvořák se retiraba todos los días durante diversas horas junto a un lago solitario en el bosque.

Dvorák se valió de todos los recursos estilísticos de moda en aquella época, el desarrollo clásico, la técnica del leitmotiv, las formas del lied y del aria, todos ellos sintetizados de manera armoniosa para ofrecer una mezcla interesante de los modismos de la música impresionista y tintes del expresionismo. Algunas arias son muy similares a las melodías folclóricas típicas de la música checa, el libreto recuerda a las baladas checas de Karel Jaromír Erben, pero sobre todo, la melodía y las palabras en checo corresponden perfectamente.

Esta ópera se estrenó en el Teatro Nacional de Praga el 31 de marzo de 1901 y tuvo un éxito enorme en tierras checas, y pronto lo tuvo en el extranjero. Donde Rusalka se representa, conquista los corazones.

El aria más conocida de la ópera es la Canción a la Luna, que canta Rusalka para pedirle que la convierta en un ser humano que pueda ser amado por el Príncipe. La han interpretado en conciertos sopranos como Lucia Popp, Gabriela Beňačková, Anna Netrebko, Karita Mattila, Frederica von Stade y Renée Fleming. Se ha usado en bandas sonoras como "El Chofer y la señora Daisy". De hecho el haberla escuchado hace poco en esta película me hizo volver los oídos a ella para este espacio. ¡Qué disfruten estos videos!

Una versión completa:


Renée Fleming:


Anna Netrebko:


Para escuchar:

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