martes, 25 de marzo de 2014

Cápsula Bíblica 1133

Cuando al llegarse la plenitud de los tiempos en que Cristo llega a la tierra, aparece también la figura de Juan Bautista, que añade un elemento nuevo a la vivencia de la fe en Dios: exige «conversión» (Lc 3, 3-14). Aún cuando Jesús no necesitaba de conversión, pide el bautismo de Juan, en humilde solidaridad con los pecadores, que somos todos nosotros. Después de la Resurrección, Cristo ordena a la Iglesia que bautice en nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo, estableciendo, de esta manera, una relación muy especial con las Tres Personas (Mt 28, 18-20).

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