Estamos iniciando la Cuaresma, este tiempo litúrgico que, para los católicos, es privilegiado para trabajar en la conversión. Mi recomendación de lectura esta semana es un libro de espiritualidad llamado «El Cántico Espiritual», una obra de san Juan de la Cruz que todo aquel que quiera crecer en este campo de la conversión y la búsqueda de la santidad, debe leer.
San Juan de la Cruz nació en Fontiveros, provincia de Ávila (España), muy probablemente en el año de 1542. Pasados algunos años en la Orden de los carmelitas, fue, a instancias de Santa Teresa de Jesús, el primero que, a partir de 1568, se declaró a favor de la reforma que la también Doctora de la Iglesia, como él, emprendió. Debido a ello el padre Juan de la Cruz pasó por innumerables sufrimientos y trabajos.
Varias fueron las funciones desempeñadas por él en aquella reforma del Carmelo. De 1572 a 1577 fue confesor-gobernador del monasterio de la Encarnación de Ávila (no de la reforma, donde había sido priora Santa Teresa, al principio). En calidad de tal se encontró envuelto en un desagradable incidente de la vida interna del monasterio del cual fue considerado en cierta forma responsable: preso, permaneció aproximadamente ocho meses en la cárcel del convento de Toledo, de donde huyó en agosto de 1578; en la cárcel escribió muchas de sus poesías, que más tarde comentó en sus célebres obras.
Después del acontecimiento de Toledo, ejerció de nuevo varias funciones de superior, hasta que el Vicario General (mientras tanto la reforma había obtenido una cierta autonomía) Nicolás Doria lo dejó de lado en 1591. Y no fue ésta la única "prueba", en los últimos tiempos de su vida, para el que había dado todo a la reforma: soportó todo como saben hacerlo los santos. Murió entre el 13 y el 14 de diciembre de 1591 en Úbeda cuando tenía 49 años en gran fama de santidad y sabiduría, de las que dan testimonio precioso sus escritos espirituales.
Su magisterio fue fundamentalmente oral; si escribió, fue porque insistentemente se lo requirieron. Tema central de su enseñanza que lo ha hecho célebre dentro y fuera de la Iglesia Católica es la unión por la gracia del hombre con Dios, por medio de Jesucristo: del grado más humilde al más sublime, en un itinerario que prevé las etapas de la vida purgativa, iluminativa y unitiva, en otras palabras, de los principiantes, proficientes y perfectos. Para llegar al todo, que es Dios, es preciso que el hombre dé todo de sí, no con espíritu de esclavo, sino de amor. Son célebres sus aforismos: "Al atardecer de la vida serás juzgado sobre el amor" y "donde no hay amor pon amor y encontrarás amor". Fue canonizado por Benedicto XIII el 27 de diciembre de 1726, fue proclamado Doctor de la Iglesia por Pío XI el 24 de agosto de 1926.
Detenido y recluido por los carmelitas calzados en diciembre de 1577 en el monasterio carmelita de Toledo por trabajar junto a Santa Teresa de Jesús en la reforma de la orden, san Juan de la Cruz permaneció —como ya mencioné— encarcelado en un calabozo ocho meses, en unas condiciones inenarrables que le hicieron vivir grandes sufrimientos. Durante su cautiverio memorizó, al no disponer de medios para escribirlas, las treinta primeras estrofas de este su «Cántico». Después de escapar de su cautiverio fue elegido en el Capítulo de Almodóvar vicario de El Calvario, donde estuvo hasta 1579, bajando a confesar a las monjas del convento de Beas, allí sor Magdalena del Espíritu Santo, fue recogiendo a modo de apuntes lo que San Juan trasmitió a la comunidad de Beas; juntó una gran cantidad de notas y avisos que más tarde envió al cronista de la Orden, el padre Jerónimo de San José, quien los transcribió. Sus últimas estrofas las escribió en Baeza y en Granada, las cinco últimas a raíz de una conversación con sor Francisca de la Madre de Dios, del convento de Beas.
En 1584, siendo prior en el monasterio de Granada, redactó un comentario para el poema como le pidió la madre Ana de Jesús. Fue está religiosa la que, al ser destituida expulsada de España por el general de los carmelitas Nicolás Doria, se llevó a Francia el poema, siendo publicado por primera vez en París en 1622 en francés. Posteriormente, en 1627, una compañera de Ana de Jesús lo publicó en Bruselas en español. Por su parte, en España debido a la censura que ejercía la Inquisición, no se publicó el poema hasta 1630, aunque se había resuelto su publicación en 1618.
El Cántico espiritual es la narración de 40 canciones desde que el alma comienza a servir a Dios hasta que llega al último estado de perfección que es el matrimonio espiritual. Durante «El Cántico Espiritual» el alma camina por los tres estados o vías espirituales: la purgativa, en donde se llevan a cabo diversos ejercicios de amor entre el alma y el esposo, Cristo, y es el relato del efecto de la oración; la iluminativa, en donde se realiza el encuentro con Cristo, y la unitiva, hasta llegar a consumarse el matrimonio espiritual hablando al final del estado de perfección que ha alcanzado el alma. Las estrofas son liras con rima consonante y asonante.
Según los críticos, «El Cántico Espiritual» tiene semejanza con el Cantar de los cantares de Salomón: en el Cántico el Amado es Cristo y la Esposa el alma humana. La Biblia nos enseña que Yahvé fue quien buscó al pueblo infiel de Israel, o sea, fue el Amado quien estuvo buscando a la Esposa infiel; de igual forma fue Cristo quien vino a fundar a la Iglesia y a buscar la salvación del hombre, muriendo en la cruz; hoy día continúa el Padre Celestial en busca de la redención de la humanidad.
Así, me parece que «El Cántico Espiritual» es una buena obra para leer en este tiempo de Cuaresma, porque Cuaresma... ¡Es tiempo de cambiar!
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