miércoles, 3 de septiembre de 2014

Cápsula Bíblica 1292

Los «Centuriones», eran los soldados jefes de una centuria romana. Se mencionan varios en el Nuevo Testamento. Al entrar Jesús en Cafarnaúm, se le acerca un centurión para pedirle que le cure al criado paralítico que tenía en casa. Jesús hizo el elogio público de la fe de este oficial romano (Mt 8, 1-13; Lc 7, 1-10). Cuando Cristo murió en la cruz, el centurión que estaba al pie de la misma lo reconoció como el Hijo de Dios (Mt 27, 54; Mc 15, 39; Lc 23, 47). Un centurión le confirmó a Pilato la muerte de Cristo, y el procurador romano autorizó a José de Arimatea para que sepultase el cuerpo (Mc 15 44-45). Cornelio, otro centurión romano, hospedó en su casa de Cesarea a Pedro, y junto con otros fue de los primeros gentiles en recibir el bautismo, Hch 10. Al centurión Julio, de la cohorte Augusta, fue entregado Pablo bajo custodia para ser llevado prisionero a Roma. El centurión Julio se portó humanamente con el Apóstol (Hch 27, 1-3). Hoy, en nuestros tiempos y en muchas partes, hay muchos soldados que han encontrado al Señor a través de su Palabra.

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