domingo, 27 de diciembre de 2015

«SALZBURGO»... El concierto N° 3 para violín de Mozart... Una pieza que habla de un talento superior

Wolfgang Amadeus Mozart tenía 19 años cuando compuso los cinco conciertos para violín, mientras se desempeñaba, muy a su pesar, en la orquesta de su torpe patrón Colloredo, príncipe arzobispo de Salzburgo, donde ocupaba la plaza de primer violín. Wolfgang, de la mano de su padre, hacía rato que había recorrido media Europa tocando el clavecín junto a Nannerl, su hermana mayor; había asombrado a medio mundo como tecladista pero su genio con el violín era solamente conocido por los pocos que habían tenido la fortuna de escucharlo en Salzburgo o en alguna modesta corte de los alrededores.

Su padre Leopold, que algo sabía de violines —había escrito uno de los primeros tratados pedagógicos de la historia, sobre el violín— le escribió alguna vez en una carta: "...sucede que tú mismo no eres consciente de lo bien que tocas el violín". Mucho más tarde, curiosamente, insistió: "Si hubieses querido, habrías llegado a ser el mejor violinista de Europa". Aquel entusiasta papá no se había percatado aún de que su hijo iba a ser el más grande compositor del periodo clásico.

Un año antes de la composición de los cinco conciertos, Wolfgang había recibido la negativa de Colloredo ante su solicitud de viajar a Viena para darse a conocer y relacionarse con otros músicos. De modo que se cree que los conciertos para violín los compuso pensando en un futuro y definitivo alejamiento de la corte de Salzburgo, para presentarse en Alemania o Francia, donde podría brillar también como violinista, siguiendo las indicaciones de su papá.

Sea como fuere, Mozart compuso, en un tiempo récord, entre abril y diciembre de 1775, cinco conciertos para violín que constituyen un precioso testimonio de la elegancia y el estilo galante que, imaginamos, habrá sido la usanza en la corte de Salzburgo, hace más de dos siglos.

El concierto N° 3, en sol mayor, K. 216, estructurado en los tres movimientos tradicionales: rápido, lento, rápido, es uno de los más demandados por el público e intérpretes de nuestro tiempo. Con la violinista norteamericana Hilary Hahn de solista, acompañada por la Stuttgart Radio Symphony Orchestra dirigida por Gustavo Dudamel, se presentó en 2007 como regalo de cumpleaños del Papa Benedicto XVI.

La historia dice que, como de costumbre, un poco en broma y un poco en serio, Mozart dijo de este concierto que "sólo hubiese podido ser escrito por un hombre de talento superior". Nada de finales brillantes. A su término, la pieza parece despedirse, con suprema elegancia, porque necesita tomar un descanso.


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