San Agustín habla del bien en cuanto Dios. Dios es el sumo bien. El Bien por excelencia, si existe algún bien en este mundo o en las creaturas o en el hombre, es por participación de ese Sumo Bien en quien nos movemos, existimos y somos (Hech 17,28:
San Agustín cuenta que no le gustaba estudiar y por ello lo que para él era malo, Dios lo convertía en bueno: "Ni tampoco me hacían bien los que me violentaban al estudio; sino que todo el bien que se me hacía en esto de Vos provenía, Dios y Señor mío" y habla de Dios como el ser sumamente bueno: "No obstante, Dios mío y mi Señor, sumamente bueno y excelentísimo Criador y gobernador del Universo, bien conozco que os debería dar infinitas gracias, aun cuando no me hubierais concedido que llegase a la edad de la juventud".
Al iniciar un año nuevo y con él el segundo año de este blog, invito a mis dos seguidores a pensar en Dios como el hacedor de cosas buenas que nos cuida en la conservación, y por tanto es El Bien y es mi Bien, como dice Agustín: "Pues todas estas cosas son dádivas de mi Dios, porque yo no me las di a mí mismo, y todas ellas son buenas, y yo consto y me compongo de todas ellas. Luego es bueno mi Hacedor, y Él es todo mi bien". "Porque aun entonces tenía ser, vivía, sentía y cuidaba también de mi conservación; guardaba con el sentido interior de mi alma la integridad de mis sentidos externos".
Les invito, pues, a disfrutar de la extraordinaria vida de San Agustín que en "Las Confesiones" se desdobla ante nosotros en un documento de riqueza sin rival abriéndonos la conmovedora historia de su alma. ¡Feliz año 2012!
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