jueves, 3 de noviembre de 2011

Cápsula Bíblica 262

Cuentan que una vez, un novicio le dijo a san Arsenio que él leía la Biblia y no se le quedaba casi nada. El santo mandó entonces al joven novicio a sacar agua del pozo con un canasto empolvado y sucio. Después de una hora le preguntó al novicio que si había logrado sacar suficiente agua, a lo que el discípulo respondió: "¡Nada padre maestro, toda se ha salido por las rendijas del canasto!" San Arsenio le pidió que le dijera cómo había quedado el canasto y él le respondió: "¡Quedó totalmente limpio, sin polvo y sin basura!" San Arsenio le explicó al joven discípulo que eso es lo que nos pasa con la lectura de la Sagrada Escritura, que aunque parezca que no se nos queda nada, la Palabra de Dios va alejando la suciedad del pecado de nuestras vidas y va manteniendo el alma limpia y pura. ¡Lee la Biblia! 

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