domingo, 22 de junio de 2014

El «Valse Triste» de Sibelius... no es un triste vals

El «Valse Triste» (opus 44 nº1) es sin duda una de las obras más populares del autor finés Johan Julius Christian Sibelius y es la música que propongo escuchar esta semana. La historia de la Música recuerda a Sibelius como genuino maestro de la Sinfonía. No obstante, al inicio de su carrera despuntó como autoridad de la orquesta y de la narración instrumental merced a sus poemas sinfónicos o su música incidental para el teatro.

Prácticamente, desde el momento mismo de su publicación, esta obra fue muy bien recibida y ha sido merecedora de multitud de grabaciones y arreglos de todo tipo. En 1904 Sibelius escribió una serie de números para una música de teatro, "Kuolema" ("La muerte"), un drama simbolista de su cuñado Arvid Järnefelt. Tanto el drama como la música tuvieron un cierto éxito, y el músico decidió arreglar al año siguiente uno de sus números para orquesta de cámara, que vendió a su editor por 300 marcos, una cifra ridícula. El compositor no dio mucha importancia a la pieza en principio, jamás se imaginó el éxito que tendría. Éxito del que, como es de imaginar por el pago del contrato, apenas se benefició económicamente.

La pieza es lo que se conoce como «Música Incidental, música que se compone para un momento concreto de una obra de teatro. Hoy en día correspondería a lo que son las bandas sonoras en el cine, música compuesta para unas determinadas imágenes. El argumento o trama de la obra de teatro determina el carácter de la música porque ésta está pensada para potenciar la acción, es decir, la música tiene que propiciar la atmósfera donde se realiza la acción teatral.

En la obra, la moribunda madre de Paavali está dormida y soñando. Una brumosa y lenta melodía de los violoncellos intenta definirse. La mujer está en una sala llena de invitados que bailan felizmente. Un nuevo tema más optimista se impone en la cuerda, a la que se suman instrumentos de viento en lo que es ya una melodía grácil y llena de vida. Ella baila hasta que cae exhausta. La danza se detiene, y los invitados abandonan la sala. Retorna el tema doliente del comienzo. Pero recobra nuevas fuerzas, y las parejas regresan a un baile cada vez más frenético. Surge el tema optimista, pero pronto todo parece afectado de un creciente e inexorable dolor. Alguien llama en la puerta, y la mujer ve a quien cree que es su difunto esposo. Pero no es él realmente, sino la propia Muerte, que la reclama para llevársela a su reino. Cuatro violines, en pianísimo concluyen de manera desesperanzada la pieza cuando la espectral alegría llega al clímax; hay una llamada a la puerta que se abre de par en par; la madre lanza un grito desesperado, los espectrales invitados desaparecen y la música se extingue. La muerte está en el umbral.

Los dejo con el encanto de esta pieza con el inolvidable Karajan:

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