domingo, 1 de septiembre de 2013

«SAN MANUEL BUENO, MÁRTIR»... Una novela de Unamuno

«San Manuel Bueno, mártir» es una interesante novela escrita por Miguel de Unamuno (1864-1936) que se publicó por primera vez en 1931, como parte de una revista, y en 1933 se volvió a publicar en San Manuel Bueno, mártir, y tres historias más.

Esta novela breve, considerada por la crítica y muchos lectores como la cima de la narrativa unamuniana, es la lectura que comparto para esta semana, me la recomendó hace un buen tiempo mi ahijada Alejandra Lozano, quien gusta de la buena lectura junto con su esposo Eduardo. La obra plantea una de las preocupaciones capitales del autor, la existencia de Dios, a través de la figura de un sacerdote que ha perdido la fe, pero es capaz de fingirla e incluso alcanzar fama de santo para proteger la inocente creencia de sus feligreses, para quienes la fe religiosa equivale a la paz. La fuerza del conflicto central (encarnación de lo que en el siglo xx se llamaría la duda existencial, el silencio de Dios o la pérdida de la fe) favorece la vigencia del libro, porque presenta un tema que puede dar mucho material para discutir y valorar la fe que hemos recibido.

La obra se desarolla en un pueblecito llamado Valverde de Lucerna. La narradora es una mujer, Ángela Carballino. Su madre es una piadosa cristiana de fe recia e inamovible. El escenario queda sugerido por el maravilloso lago de Sanabria en San Martín de Castañeda, Sanabria, al pie de las ruinas de un convento de Bernardos, y donde vive la leyenda de esta ciudad que yace en el fondo de las aguas del lago.

Unamuno no dividió su novela en capítulos, sino en veinticinco fragmentos que algunos críticos denominan secuencias. Los veinticuatro primeros constituyen el relato de Ángela, y el último es una especie de epílogo del autor. Él utiliza en su relato un procedimiento narrativo relativamente frecuente: nos dice que la obra editada es, en realidad, un manuscrito que apareció entre los papeles del protagonista de la novela. Toda la novela se construye a partir de este artificio literario del “manuscrito encontrado”; a través de tal recurso literario, Unamuno refuerza la verosimilitud del relato haciendo creer al lector que Ángela es un ser real, con entidad física, y que don Manuel también existió. Lo que le interesa al autor es reflejar a través de esos personajes una situación real, un drama humano. Esta elección le permite además incluir en el epílogo comentarios propios acerca de lo que sucede, orientando así al lector.

Además de la propia historia narrada, hay toda una intrahistoria realizada por Unamuno: la aldea (a lo largo de la obra adquiere otros nombres: pueblo, convento, villa, etc.) representa a la humanidad. La montaña representa la fe y el lago la duda. San Manuel Bueno se encuentra entre ambas, ya que está situado entre la fe y la duda de su pueblo (indirectamente de la Humanidad). San Manuel toma la duda y la sufre por todos los habitantes de la aldea, de ahí que se le pueda relacionar con la figura de Cristo, que sufre por los demás debido a la disyuntiva entre la fe y la duda. 

Ángela lleva su nombre debido a que éste viene de ἄγγελος (ángelos) que en griego significa "mensajero". Como Ángela se encarga de transmitir las memorias de San Manuel, actúa como el evangelista que transmite la palabra de Cristo. Lázaro se llama así debido a que, según la Biblia, un personaje de este nombre murió y luego fue resucitado por Jesucristo. En la novela, Lázaro dice refiriéndose a San Manuel, que éste le ha resucitado devolviéndole la fe, ya que antes no creía.

Para el personaje principal, Unamuno usa el nombre Manuel porque este es el nombre que da Isaías al Mesías que llega a aportar una nueva forma de ver la religión. En el caso de don Manuel éste aporta una nueva manera de ver la religión, él prefiere verla de una forma más interior, no seguir los preceptos por la tradición. El apellido Bueno hace referencia a su bondad. Se le añade "mártir" ya que sufre durante toda su vida por el asunto de la fe y la duda.

A parte de la simbología a lo largo del libro abundan las referencias a pasajes de los Evangelios. También hay una referencia a Calderón de la Barca (cuando Ángela le pregunta a San Manuel por qué somos pecadores, éste le contesta que nuestro mayor pecado es haber nacido, haciendo referencia a la obra calderoniana "La vida es sueño"), ya que este autor es muy admirado por Unamuno.

Miguel de Unamuno nació en Bilbao, España en 1864. Estudió Filosofía y Letras en Madrid. Enseñó en la Universidad de Salamanca, de la que sería elegido rector en 1901. Entre 1924 y 1930 vivió en el destierro por su oposición a la dictadura de Primo de Rivera. Tras la caída de éste, regresó triunfalmente a España. Fue diputado durante la República, y aunque su actitud ante el levantamiento militar del 36 fue cambiante, su postura definitiva de oposición a las tropas de Franco (“Venceréis pero no convenceréis”), le valió ser destituido y confinado en su domicilio, donde murió en 1936.

Unamuno fue un hombre con una personalidad muy fuerte, desgarrada, que llevó una vida de intensa labor intelectual, de incesante lucha. Él mismo se definió como “un hombre de contradicción y de pelea. Su evolución ideológica merece ser precisada: tras varias crisis juveniles (la más importante en 1890), perdió la fe y comenzó a desconfiar de la eficacia de la acción política; en 1897 una nueva crisis lo hundió en el problema de la muerte y desde ese momento abandonó la militancia política y se preocupó cada vez más por las cuestiones existenciales, aunque sin dejar nunca de lado el tema de España. De ese su permanente debatirse entre la fe y la incredulidad, de su angustia existencial, nos habla toda su obra y, de modo particular, «San Manuel Bueno, mártir».

Leer la novela aquí



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