domingo, 20 de octubre de 2013

«El cuco y el ruiseñor»... Concierto para Órgano en Fa Mayor HWV 295 de Händel

Todos sabemos que la herencia más importante de Händel es, sin duda, la creación del oratorio dramático, alejado de las tradiciones operísticas existentes y llevado a término por su imaginación creativa, pero Georg Friedrich Händel, en su madurez creativa, se hizo la preciosa costumbre de componer Conciertos (solistas, grossos, a due cori) para los entreactos de sus grandes obras corales, comenzando probablemente durante la representación de Athalia HWV 52, en 1733.

En 1738 siguió con la composición operística y en 1741 compuso su última ópera, Deidamia. Durante los años treinta se consagró, en primer lugar, a la composición de estos oratorios dramáticos en inglés, como Athalia (1733) y Saúl (1739), y en segundo lugar, a estas obras instrumentales interpretadas junto a los oratorios, entre las que se encuentran algunos de sus más importantes conciertos: los concertos para solistas del opus 4 (1736, cinco para órgano y uno para arpa), y los 12 concerti grossi del opus 6 (1739). En 1742 estrenó en Dublín el oratorio El Mesías, su obra más famosa. Hasta 1751,  Händel  continuó componiendo oratorios, entre los que se incluyen obras maestras como Sansón (1743) y Salomón (1749); fue entonces cuando su vista comenzó a fallar. Este insigne compositor murió en Londres el 14 de abril de 1759; la última representación musical que escuchó fue El Mesías, el 6 de abril de ese mismo año. Handel fue enterrado en la abadía de Westminster. Más de tres mil personas asistieron a su funeral, que recibió honores de Estado.

Entre sus Conciertos para órgano solista, destaco hoy este Concierto para Órgano en Fa Mayor HWV 295, nominado «El cuco y el ruiseñor».

Este Concierto fue ejecutado por primera vez en 1739 durante la interpretación de su oratorio Israel en Egipto HWV 54, y su estructura de cuatro movimientos —todos imprescindibles por gracia e inspiración— conlleva una doble repetición de Larghetto-Allegro, dado que Händel evitó las rigurosas técnicas contrapuntísticas de su época y basó su música en estructuras sencillas, de acuerdo con sus propias creencias estilísticas.

La obra forma parte de los 16 conciertos para órgano que compuso, los primeros seis incluidos en el Opus 4 y otros seis en el Opus 7 y es interesante  porque el canto de los pájaros es imitado en los registros superiores del órgano.

Me gustó esta versión interpretada en acordeón por José Valadez, acompañado por la Orquesta Intermedia de la Escuela Superior de Música y Danza de Monterrey, dirigiendo José Bartolomé Martínez González. Enseguida viene la versión original en órgano.



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