jueves, 18 de agosto de 2011

Cápsula Bíblica 185

La lectura orante de la Palabra de Dios ayuda a entrar en un proceso en el cual nuestros ruidos se hacen «silencio», el silencio se transforma en Palabra y la Palabra en vida y amor. De allí la necesidad de encontrar durante el día —quizá al amanecer o tal vez al anochecer— un espacio para encontrarnos con la Palabra en una atmósfera apacible de paz interior. Relajar los músculos, tranquilizarse, no preocuparse por leer de prisa. Un momento para estar con Aquel que vive en la eternidad.

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