domingo, 12 de febrero de 2012

Cápsula Bíblica 363

El leer, meditar y estudiar la Biblia puede compararse al extraer oro de una mina. Si haces un pequeño esfuerzo y sólo “ciernes los guijarros en el arroyo” encontrarás solamente un poco de polvo de oro. Pero si te esfuerzas en realmente “excavar en ella”, tu recompensa será de acuerdo a tu gran esfuerzo. Hay tantos personajes bíblicos de quiénes aprender, tanto modelos positivos como negativos, que con frecuencia proceden de la misma persona en diferentes etapas de su vida. Por ejemplo, David, que en su reto al gigante Goliat nos enseña que Dios es más grande que cualquier cosa a la que quiera que nos enfrentemos (1 Samuel 17). El mismo David, al ceder a la tentación y cometer adulterio con Betsabé, nos revela el largo alcance y las terribles consecuencias que puede acarrearnos un “momento de placer” (2 Samuel 11). El conocer la Sagrada Escritura nos da una paz y una esperanza real cuando todo a nuestro alrededor parece desmoronarse (Romanos 15,4; Salmo 112,7; Habacuc 3,17-19).

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