lunes, 9 de abril de 2012

Cápsula Bíblica 420

Al leer la Biblia los pasajes de la Resurrección de Cristo  (Mt 28; Mc 16; Lc 24; Jn 20) , vemos que Jesús se identifica a sí mismo con la Resurrección (Jn 11,25-26) y tras anunciar su futura resurrección (Mc 8,31) la ejecuta (como se ven los pasajes mencionados de los cuatro evangelistas). La resurrección del Señor Crucificado no es solo una vuelta a la vida corpórea, sino un nuevo estado de vida en el cual Él posee un cuerpo real pero libre de las limitaciones materiales (no está sometido al espacio ni al tiempo en Mt 28,9.16-17; Lc 24,15.36; Jn 20,14.19.26;21,4; come en Lc 24,30.41-43;  luce como desea en Jn 20,14-15; Mc 16,12; Lc 24,16). Jesús conserva las señales de su Pasión, aunque no todas (Lc 24,40; Jn 20,20.27), sino solamente las que le fueron hechas en la cruz, pues su sacrificio es eterno y está eternamente ligado a la raza humana. Las víctimas ofrecidas en el altar del Templo se consumían, tras lo cual el oferente tenía la necesidad de una nueva víctima para expiar culpas futuras. Jesús conserva las señales que recibió en el altar de su sacrificio (la cruz); éstas no se borran porque el sacrificio de Cristo no es perecedero, sino que la ofrenda está siempre viva.

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