martes, 3 de marzo de 2020

Cápsula Bíblica 3283

Muchos profetas fueron enviados a llamar a conversión a Israel y a Judá, pero a ninguno de ellos hicieron caso o, al menos, no durante mucho tiempo. Finalmente, Jeremías es enviado a anunciar el hundimiento de Jerusalén, pero incluso él da opción al arrepentimiento. Sin embargo, tampoco a él hacen caso, e Israel es exiliado a Babilonia tras dos asedios terribles que resultan en la destrucción del Templo de Jerusalén construido por el rey Salomón, y de gran parte de la propia ciudad. Pese a la paciencia de Dios durante siglos, la ruina, fruto de abandonar a Dios y de ir persistentemente por el camino de la muerte, ha alcanzado a Israel. La misma ruina que puede llegar a nuestra vida si abandonamos a Dios, sin arrepentirnos y volver a él con solicitud. Destacar que, en apariencia, Israel siempre cumplía con las normas de Moisés, pero su corazón estaba lejos de Dios, dedicándose en lo oculto al mal. Y eso a Dios no le agrada, pues Él dice: Quiero misericordia y no sacrificio, conocimiento de Dios, más que holocaustos (Os 6,6). Por eso, se invita a los cristianos a seguir a Dios de corazón, no solo con las apariencias, porque Dios ve más allá de las apariencias.

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