domingo, 24 de enero de 2016

LA CUARTA SINFONÍA DE BRUCKNER... Llamada «Romántica»

La Sinfonía nº 4 en mi bemol mayor (WAB 104) es una de las composiciones más populares de Anton Bruckner. Fue escrita en el año de 1874 y revisada sucesivas veces hasta que finalmente quedó lista en 1888. Está dedicada al Príncipe Konstantin de Hohenlohe-Schillingsfürst y su estreno tuvo lugar en Viena con gran éxito. Se cuenta, en una anécdota legendaria, que ilustra el carácter ingenuo y la bonhomía de Bruckner, que el compositor, agradecido por el trabajo de Richter en el estreno, le obsequió con una moneda, "para que se tome una cerveza".

Las sinfonías de Bruckner fueron las primeras en desafiar la extensión de las medidas de la Novena de Beethoven; diestro en combinaciones sonoras, el compositor contrapone los temas heroicos de los metales a las suaves melodías de las cuerdas, las armonías verticales a los complejos contrapuntos. La orquestación de sus sinfonías nos hace recordar frecuentemente la relación constante del compositor con el instrumento del que era virtuoso: el órgano; su pensamiento sinfónico recibe la influencia evidente de los registros organísticos.

Bruckner llenó los contornos de la sinfonía con un contenido completamente suyo; su arte sinfónico surge, al igual que su música sacra, del sentimiento religioso. Bruckner no busca la pasión, el elemento religioso y el sentimiento naturalista convergen en lo místico: música pura dentro de la forma tradicional, pero conectada con un misterio, llena de halos sonoros, tierna y monumental a la vez, grandiosa en sus dimensiones y amplia y densa en su volumen sonoro, en una concepción mística del sonido.

La Sinfonía nº 4 recibe el sobrenombre de «Romántica», porque esta sinfonía es la primer obra del compositor en la que muestra en plenitud su estilo maduro. «Romántica» debido también a que es el canto a la naturaleza más apasionado escrito por Bruckner con enormes fragmentos de desarrollo pausado y estatismo armónico ayudan a aumentar la sensación de monumentalidad conservando el romanticismo.

Les dejo para este domingo una obra llena de contrastes de sonoridad y de carácter, la sinfonía termina en un gran canto de agradecimiento al Creador... ¡Es domingo, día del Señor!

Aquí dirigida por Claudio Abado:



Dirigida por Christian Thieleman:



Esta versión, dirigida por David Afkham es impecable:

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